lunes, 18 de noviembre de 2013

Ante el espejo…

    Todos en nuestra casa tenemos un espejo que está a nuestro alcance, ya sea en el baño para cepillarnos los dientes aunque solo podamos ver nuestra cara en aquellas pequeñas repisas llenas de frascos de champú, colonias, desmaquilladores, cremas humectantes,  protectores solares, loción para la cara, antes y después de afeitar, para cutis graso o seco (a veces, de ambos porque no sabemos qué tipo de cutis tenemos) y en medio de ellos un pequeñísimo espacio donde ver nuestro rostro, aquel a lo cual hemos invertido tanto dinero comprando toda esta cantidad de frascos… Si tienes la costumbre de ducharte por la mañana antes de salir de casa, verás que ese pequeño “espacio” al que llamas espejo se encontrará humedecido por el  vapor del agua caliente con el cual te acabas de bañar… entonces comienzas a hacer caritas felices o bigotes en lo empañado del espejo; luego, te fastidias y lo borras y es cuando te das cuenta que se te fue el tiempo y te acercas al espejo: muestras tus dientes, abres los ojos lo más que puedes, te aseguras de que no haya nada fuera de lo usual y te maquillas si eres chica para no mostrar un rostro cansado, ni con ojeras… y si eres chico palmeas tus mejillas te das un buen ánimo aprobando finalmente en los pocos segundos que te detienes frente al espejo y te vas…
    Ahora si el espejo se encuentra en la sala de tu casa, normalmente grande de medio o cuerpo entero, será más que un simple adorno. Lo observarás solo de pasada si es entre semana pero si es uno de esos días… verás a cada uno de los miembros de la familia apurruñándose frente a él, el domingo por la mañana antes de ir a la iglesia; te detienes  abriéndote paso entre tu hermano menor que solo quiere hacer muecas frente al espejo, o tu hermana que aunque ya está maquillada le es “necesario” volver a mirarse mientras te pregunta: ¿Cómo me veo? Y como le contestaste que bien e hiciste un gesto como de que “igual que siempre” se acerca lo más que puede (casi pegando su nariz) para corroborar que todo esté perfecto, mientras tu padre detrás de ti trata de acomodarse la corbata que ya guarda hecha (el nudo) en el closet ajustándola a su cuello. Por otro lado tu madre pegándote gritos que olvidaste hacer “no sé qué…” que debiste haber hecho ya y finalmente desistes de mirarte a lo que tu madre saca ese pañuelito que tiene especial para limpiar el espejo, lo limpia apresuradamente mientras  afana a todos para que salgan y se monten en el auto y así finalmente concluye tu “único” momento frente al espejo…
    Lo único que te resta es sacar del bolso aquella cosa diminuta que tiene un espejo de 10x10cms para mirarte, mientras el carro avanza  apruebas el reflejo que quieres mostrar a los demás, día a día… y luego te preguntas a qué horas me envejecí…

Lo que “YO” veo en el espejo…y como él me ve a mí.

El espejo tiene dos lados:
  1. Una es la proyección de mi imagen que se refleja en la superficie brillante y luminizada.
  2. Otra es la que me devuelve y aquella que me dice quién soy.
    Observemos estos dos puntos de vista en lo que vemos en el espejo a través de nuestras palabras:
  • “Si las cosas cambiaran, si los demás cambiaran, todo sería diferente para mí”
  • “Comparado con… yo soy…”  
  • “Una persona por dentro y otra por fuera”
  • “¿Cómo Dios me ve?”

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